Desafío 11: Yo soy




Hablar de uno mismo en un texto sin que este se parezca a una autobiografía, una enumeración de características o a un descargo de pensamientos y opiniones digno de un post de Facebook, no es tan fácil. Tampoco es difícil, pero requiere algo más de compromiso que simplemente sentarse a escribir cómo somos en general. Hoy te propongo hacerlo concibiéndote como un personaje y evitando caer en en el modo Wikipedia:

Elabora una presentación de no mucho más de 300 palabras basada en datos reales sobre tu persona, pero que no tenga formato de biografía. Concíbete y preséntate como a un personaje y resalta tus rasgos más característicos.


TIP 1: puedes usar un género como base. ¿Dónde te ves mejor como personaje, en la comedia o en el thriller? ¿Quizás en el drama? ¿En el romance? ¿En el terror…? ¿Prosa, prosa poética, poesía? ¿Te sientes como un cowboy, como un asesino serial en potencia, como un rey?

TIP 2: no necesitas usar sí o sí la primera persona.



Te dejo mi resultado como ejemplo:


No fue sino hasta que pudo verse reflejada en alguien más que lo comprendió todo: no estaba sola. Sin embargo, lo mismo que la liberó de tal sensación angustiosa la llevó a olvidarse un día de sí misma, casi sin darse cuenta. Pensó en aquellos que aún estaban en el lugar que acababa de abandonar, y notó que eran muchos. La angustia fue paz tan solo un momento, y pronto se convirtió en impotencia y en una imperiosa necesidad de “hacer algo”.

Y lo hizo. Hasta gritó y lloró por cambiar las cosas. Aún lo hace. Pero el mundo no parece querer escucharla. A diario duda, piensa «¿seré yo la equivocada?», y esa soledad que la acosaba en plena adolescencia le guiña un ojo desde el fondo de su alma, donde aún habita.

Mira hacia atrás y analiza cada paso. ¿Dónde estuvo? ¿Dónde está? Esos que están ahí, ¿son acaso espejismos? ¿Desaparecerán también como tantos otros?

A diario duda, pero sigue gritando y llorando, no puede evitarlo. Quizás es para eso que ha nacido. Quizás lo que otros llaman locura es lo que ella prefiere llamar libertad.

A veces también sonríe, sí. Aún no está ciega. Será, quizás, porque hay una pequeña luz que sigue sus pasos. Hay noches en las que, por un momento, piensa que nada de lo que hace puede ser tan malo como algunos dicen. Y vuelve a mirar atrás... ¿Dónde estuvo? ¿Dónde está? ¿Está donde debería, donde la llevaron o donde ella misma se instaló inconscientemente?

A diario duda, y llora, y grita, y también sonríe. El pecho le duele y ella teme explotar.

Y a veces, muy de vez en cuando, llega a la conclusión de que es perfectamente normal. Es solo el amor que la arrastra y la confunde. Es solo el amor.



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