Héctor había improvisado un guiso después de varios días comiendo fideos blancos, carne y arroz pasado. No sabía bien lo que estaba haciendo, pero era necesario que Carmela se alimentara mejor, su rostro se había vuelto pálido y su piel ya se pegaba a sus huesos.
El guiso no sabía del todo bien, pero le agregó bastante sal y se volvió al menos comestible. Lo importante era que sea suculento y que ayudara a que Carmela mejorara su aspecto.
Ella esperaba en su cama mientras Héctor preparaba todo. Otrora había sido una rozagante mujer llena de vida y ahora parecía una imitación barata en blanco y negro. Héctor entró en la habitación sonriendo, llevando consigo el plato hondo lleno de guiso y un vaso de vino tinto. Lo dejó todo sobre la cómoda mientras preparaba la mesa de cama sobre el regazo de la apagada Carmela, y luego se sentó junto a ella para darle de comer, las fuerzas la habían abandonado hacía tiempo. Pero otra vez Carmela se negó.
Héctor insistió "lo necesitas, Carmela, por favor", pero Carmela permanecía con la boca cerrada. "Está bien, lo guardaré para más tarde. Lo siento si no sabe bien, hice lo que pude".
Guardó las sobras en el refrigerador y volvió a la cama con ella. Vieron televisión un rato, aunque Carmela no parecía prestarle atención a eso ni a la charla de Héctor, y luego él la ayudó a recostarse de costado, para abrazarla y darle su calor durante la siesta.
Luego de un rato Héctor despertó, excitado como pocas veces. Deslizó entonces su mano por debajo del camisón de Carmela para tocar sus pechos y ella no se resistió, luego bajó por su vientre, acarició sus caderas, y metió su mano debajo de su ropa interior buscando su sexo. Su entrepierna le quemaba, pocas veces a lo largo de su matrimonio se había excitado tanto. Finalmente, frente a la falta de resistencia de Carmela, la penetró hasta vaciarse en ella, ciego de pasión y olvidando su frágil estado.
Cuando terminó sintió a Carmela bastante más relajada, él sabía que esta también era una forma de demostrarle su amor. Luego se levantó, fue a asearse al baño, la ayudó a ella a hacer lo mismo sin que tuviera que salir de la cama, y decidió que ya era tiempo de devolver el cuerpo de su amada esposa al freezer.
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