HELENA
La reunión con
Alicia ha sido amena y divertida. Durante la comida me ha contado que trabaja
en una agencia de modelos casi a tiempo completo, pero se saca un dinero extra
ayudando a alquilar los apartamentos. La comisión es elevada y hace un favor a
la dueña y a su hijo, amigos de toda la vida.
No hemos parado
de hablar en toda la tarde. Ha sido amistad a la primera palabra. Intuyo que
voy a encontrar en ella a una buena amiga.
Me ha contado por
encima la vida de los inquilinos. La tal Fifi es la dueña. Estoy deseando
conocerla. Ella y su hijo viven de continuo allí. Parece ser que el hijo es el
mejor amigo de Alicia, esto último lo ha dicho con un cierto retintín, no sé
bien por qué, pero ya lo averiguaré.
Después de comer
y ya con un buen café, ha seguido relatándome más cotilleos, por supuesto, la
he instado. En el apartamento dos B vive un chico
llamado José, está poco por allí. Estudia en la universidad y trabaja como relaciones públicas de una cadena de discotecas, así que la mitad del tiempo está viajando. Al parecer es muy amigo del hijo de la dueña y, por extensión, de Alicia. Me advierte, entre risas, que es un caradura de los que se les ve venir, que me cuide de él porque seguro que intentará seducirme. ¡Lo tiene claro!
llamado José, está poco por allí. Estudia en la universidad y trabaja como relaciones públicas de una cadena de discotecas, así que la mitad del tiempo está viajando. Al parecer es muy amigo del hijo de la dueña y, por extensión, de Alicia. Me advierte, entre risas, que es un caradura de los que se les ve venir, que me cuide de él porque seguro que intentará seducirme. ¡Lo tiene claro!
En el apartamento
tres A viven los señores Fernández, un matrimonio joven. El marido viaja mucho
por su trabajo. Es transportista internacional y la mujer se lleva sola largas
temporadas. Parece que ella se queda lloriqueando cada vez que su marido tiene
un porte de largo recorrido. Palabras textuales de Alicia: «... pero bien que
se gasta su dinero y se folla a quien le apetece». Ha puesto mala cara con esto
último. Cuando tenga más confianza, debería preguntarle con quién mantiene
relaciones.
En el tres B vive
la señora Eva Gómez, una mujer muy mayor que necesita el clima de la costa por
sus problemas de asma. La ha descrito como una abuelita cariñosa que no suele
salir de casa.
Y, por último, en
el cuatro B vive Claudia (apellido impronunciable), una solterona madura muy
guapa, venida a menos, que conserva un cierto glamur de sus buenos tiempos.
Como quien no quiere la cosa le ha añadido el apelativo de «zorra».
Curiosa visión
tiene Alicia de los que serán mis nuevos vecinos. Con estas perspectivas me da
reparo vivir con ellos.
Me ha enseñado un
plano de la distribución. Es una especie de casa de vecinos. La puerta de
acceso está al norte. Es una gran cancela de hierro forjado flanqueada a la
izquierda por el apartamento de Carlos, el uno B, y a la derecha por dos
habitaciones de servicio. En el centro del patio, presidiendo, está el
apartamento de Fifi rodeado de macetas. En torno a este patio se disponen los
demás apartamentos.
Al este, los
apartamentos dos A y dos B; al sur, el tres A y tres B; y, por último, el
cuatro A y cuatro B, al oeste. Una distribución muy sencilla y que me recuerda
las casas comunitarias del pueblo de mis padres.
Me ha cautivado
el apartamento dos A con unas maravillosas vistas al mar. Encima, es uno de los
que está vacío, ¡qué suerte!
Estoy saturada
por toda la información que me ha dado, aunque ha obviado casi cualquier
alusión al hijo de Fifi. La curiosidad me carcome y no he podido evitar
preguntarle por él.
Habla de él con
ternura, se me ha puesto sentimental y todo. Según ella, Carlos, al fin conozco
su nombre, es una persona muy especial, bastante reservado pero con un interior
lleno de matices. Relaja un poco el tono solemne para indicar que como soy una
mujer puede que lo conozca más íntimamente de lo que a ella le gustaría, aun
así, que no me haga ilusiones porque el solo se limita a satisfacer a las
féminas y poco más: «nada de... y comieron perdices». Me lo ha descrito por
encima y tiene que ser muy atractivo: altísimo, atlético, moreno y con rasgos
muy masculinos. Se muestra bastante protectora con él. Incluso ha llegado a
advertirme que me mantenga alejada, que yo no soy como las demás y que puede
hacerme daño. Tomo nota.
Después de
ponernos al día sobre todos los vecinos y de dejarme algo desconcertada
respecto a Carlos, no puedo esperar más y le doy la buena nueva: ¡Voy a pasar a
formar parte de la comunidad de locos que parecen formar!
Nos ponemos a dar
saltos de alegría y nos abrazamos. ¡Vaya espectáculo! Entre risas, me asegura
que no me voy a arrepentir.
Sin dilación
ponemos rumbo a mi nueva casa. Antes, tiene la amabilidad de llevarme a la
estación para recoger mis escasas pertenencias. Alicia sigue con su imparable
charla durante todo el trayecto. Creo que esta vez habla de los
establecimientos de la zona. Debería prestar atención por mi propia
supervivencia, sin embargo, solo puedo observar anonadada desde la ventanilla
todo lo que me rodea. No es muy tarde, aunque ya ha oscurecido y las luces
ejecutan un baile hipnótico que me tienen encandilada.
Por fin llegamos
a los apartamentos y tienen mejor pinta que en las fotos. ¡Parecen hasta más
grandes! La entrada está presidida por un cartel enorme con luces de neón,
sonrío, parece fruto de otros tiempos. Puedo escuchar el batir de las olas e
inhalo instintivamente para llenar mis pulmones del maravilloso olor a mar. Me
estremezco a causa del frío y salgo de mi momento zen. Me arrebujo en la chaqueta
y veo como Alicia me sonríe, le devuelvo la sonrisa.
Atravesamos la
cancela y me maravilla que el patio sea aún más grande de lo que imaginaba. Los
colores llamativos de las plantas se esparcen de manera cuidada por toda la
zona proporcionando un ambiente acogedor.
Nos dirigimos al
apartamento dos A. Alicia me lo enseña paciente. Consta de una estancia diáfana
con una cocina pequeñita y con el fregadero más grande que he visto en mi vida;
justo encima de él hay una amplia ventana con vistas al patio central. No puedo
evitar caminar hacia el balcón, lo abro y me asomo para contemplar las vistas.
Estoy deseando que salga el sol para apreciarlo en todo su esplendor.
Alicia llama mi
atención y con reticencia vuelvo a la sala para terminar de ver el resto: un
baño completo y una habitación espaciosa.
Me encanta la
casa, es bonita y acogedora con los elementos justos que necesito. Me siento
muy feliz. Creo que se nota por la sonrisa permanente. No he parado de dar
vueltas de aquí para allá y de abrir puertas, descubrir cosas nuevas, tocarlas,
olerlas, sentirlas...
—Siento sacarte
de tu cuquimundo, pero es tarde y
Fifi querrá conocerte —me dice Alicia que estalla la burbuja de mi mundo de
color.
Nos sonreímos de
manera cómplice y vamos a conocer a Fifi al apartamento uno A. Estoy algo
nerviosa, reconozco que quiero vivir aquí y para ello necesito la aprobación de
esta mujer. Espero ser de su agrado, por lo que conozco de ella a mí ya me cae
bien.
Llamamos a la
puerta y nos recibe una señora con un vestido muy elegante, pero que parece
fruto de otros tiempos, como el cartel de la entrada. Su pelo colocado al
milímetro, las uñas muy arregladas y el porte y la postura correctísimas. En
los brazos sostiene un pequeño perro con un lazo rojo, parece un yorkshire que
se cree un pastor alemán. Está totalmente tieso, como si estuviera en una
competición canina.
Alicia le planta
dos besos a la señora y gruñe al perro que replica con indignación.
—¡Vamos, Vodka,
es Alicia! —le dice Fifi al pobre perro que la mira perdonándole la vida
mientras vuelve a su porte regio.
Alicia me sonríe
con malicia, sé que ha incitado al perrito a propósito. Fifi se da la vuelta y
nos invita a pasar. Nos acomodamos en el sillón, Alicia como si estuviera en su
casa y yo lo más derecha que puedo. Su salón es más grande que el mío, está
lleno de cuadros y pequeños detalles. Una fotografía de una hermosa mujer con
un traje de noche, elegante y glamurosa llama mi atención, por el porte sé que
se trata de Fifi. Era una mujer preciosa, sigue siéndolo, aunque ya hace tiempo
que perdió la juventud.
La habitación es
muy acogedora hay tantos detalles que no me centro en ninguno y decido no mirar
más para no causar mala impresión.
—Bueno, muchacha,
me ha comentado Alicia que te vas a quedar con el apartamento dos A. —Sin
medias tintas y sin suavizar el ambiente. Miro a Alicia y vuelve a sonreír con
ese aire malicioso. No me ha comentado que fuera tan directa.
—Sí. Le voy a ser
sincera, es el único sitio que he mirado, me enamoré al momento —le digo sin
pensármelo mucho, creo que valorará mi sinceridad.
—¿Crees que estás
preparada para vivir en esta casa de locos? —pregunta a la vez que me mira a
los ojos con intensidad.
—Para saberlo
tengo que intentarlo. Alicia me ha puesto al día sobre los vecinos y no me ha
parecido para tanto, además, con mi trabajo estaré bastante ocupada, no
interactuaré mucho. Soy una persona responsable, no me meto en líos y no creo
que tenga oportunidad de traer hombres a casa si eso pudiera preocuparle. —Mi
boca sin consultar con mi cerebro ha soltado todo lo que le ha parecido, quizá,
esté un poco nerviosa.
—Muy bien...
—Helena.
—Bonito nombre,
creo que serás una buena inquilina. Ya estaba decido, Alicia me ha contado
maravillas de vuestra comida y vuestra tarde. —Mira de forma cómplice a Alicia
y yo debería matarla por haberme tenido en esta incertidumbre.
—Muchísimas
gracias por la confianza, no la defraudaré.
—Alicia te
acompañará a coger algunas sábanas y toallas —me sonríe de manera tierna y me
agarra la mano en un gesto tan cariñoso como el que me haría mi madre—. Creo
que llegaremos a ser buenas amigas.
—Pienso que también lo seremos, pero no se lo digo.
Salimos al patio
y sigo en silencio a Alicia. Nos dirigimos a las habitaciones laterales que vi
en el plano: recepción y mantenimiento. Enfrente hay otro apartamento, tiene
las luces encendidas, si no recuerdo mal es el de Carlos.
—¿Carlos vive
ahí? —pregunto mientras extiendo los brazos para recoger las sábanas que me
tiende Alicia.
—Sí, ahí vive
—dice casi sin darle importancia—. Se encarga del mantenimiento y de que todo
esté siempre a punto, hasta de las necesidades de desatasco de las lugareñas
—continúa con retintín. Con esa frase acaba de confirmarme lo que pensaba, es
un don juan y ella parece estar enamorada de él.
—¿No me lo
presentas?
—No, ya tendrás
tiempo de conocerlo. Es tarde y debes estar cansada. Vete a casa, acomódate y
mañana será otro día. —Ha sido francamente cortante, como si no quisiera que lo
conociera.
—Está bien,
gracias por la tarde y por ayudarme con todo esto. Espero que nos veamos
pronto.
Alicia me sonríe y me
besa en la mejilla. Yo me voy a casa y analizo su reacción. Cuando entro en el
apartamento, vuelvo a sonreír como una tonta. Hago una lista de las compras de
primera necesidad. Deshago la maleta y me siento en el sofá a apreciar mi nueva
casa con cara de boba.
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