La historia de Zahira: Seducción y Venganza - Prólogo y Capítulo 1


Prólogo


―¿Estás segura de lo que vas a hacer? ―preguntó su amiga Suhana mirándola a través del reflejo del espejo de su tocador, donde Zahira se pintaba los labios.
―No, pero es lo que tengo que hacer y es lo que él se merece ―respondió con el ceño fruncido mientras examinaba su maquillaje.
―Te odiará, ¿lo sabes? No quiero verte lastimada de nuevo, eres mi mejor amiga y te quiero ―dijo Suhana a su espalda.

Zahira se volvió a mirar a Suhana y sus ojos dorados inmediatamente se suavizaron. Estudiaban juntas y eran las mejores amigas desde el momento en que Zahira ingresó al
exclusivo colegio donde Nahla la envió a estudiar, dos chicas de familias extranjeras con costumbres muy similares. La familia de Suhana era hindú y ella también debía casarse en un matrimonio concertado por sus padres.
―Yo también te quiero. ―Sus ojos adquirieron determinación mientras hablaba―. No creo que me odie. Según Jameela, mi prometido es todo un caballero con un instinto protector muy desarrollado, él cuidará de mí después de que todo explote.
―Entonces, ¿por qué no lo hablas con él? Podría acceder a casarse si le cuentas la amenaza de tu padre.
―Haré las cosas a mi manera, no soy una maldita víctima de mi padre. Me cabrea su chantaje, se metió con Ebrahim y eso nunca se lo perdonaré. Me casaré con Galal y obedeceré su mandato, pero esto lo voy a hacer a mi manera, con todo el escándalo que pueda provocar. Para que se avergüence y para darle su merecido al cabrón de mi novio por ponerme los cuernos durante todos estos años. Galal destapó la olla por intentar romper nuestro compromiso.
―Por lo que me cuentas solo se han visto en pocas ocasiones desde que se comprometieron hace siete años. No puedes culparlo por pensar que no quieres casarte con él ni por satisfacerse por ahí. Tú eras una niña. ¿Aspirabas el celibato de un hombre joven?  Por otra parte, ¿no crees que te reconocerá?
―No me reconocerá, recuerda que hace tres años que no nos vemos. Lo único que podría reconocer es el color de mis ojos y para eso usaré las lentes de contacto. Ahora mis ojos son oscuros, él solo recuerda a una adolescente regordeta y fea, con el cutis lleno de granos y los ojos amarillos.
―¿Crees que es la mejor forma de comenzar un matrimonio? ¿Engañándolo? ―Suhana continuó en su intento de disuadirla.
―¿Me lo dice la chica que hizo que le reconstruyera el himen para engañar a su marido en la noche de bodas? ―preguntó Zahira levantando una ceja.
―Lo sé, fui una loca al acostarme con Samuel en el primer año de la universidad, pero estaba muy enamorada y dispuesta a dejar a mi familia por él; cuando el muy malnacido solo quería experimentar con una virgen. Accedí a casarme con Nimai, es un buen hombre y me gusta, además ahora entiendo que necesito a mi familia. Si no me caso los perderé, y debo ser virgen para poder casarme. Estás desviándome del tema. ¿Crees que él te perdonará el engaño?
―No me importa si no lo hace, sólo me interesa casarme para que papá no se lleve a Ebrahim. Después de que mi hermano cumpla la mayoría de edad me divorciaré, no amo a Galal.
―¿En serio? ¿Lo dice la chica que tiene una caja del tamaño de una lavadora llena de recortes de su prometido? ¿La misma que se dejó besar por un desconocido estando ebria, la vez que salió una foto comprometedora de él con otra mujer en la prensa amarilla? ―preguntó Suhana irónicamente.
―Eso está superado, ya Jade no compra esa porquería de revistas. ―Fue la respuesta de Zahira mientras se colocaba las lentes de contacto.
―Eso fue hace menos de un año. Cada vez que sale una foto de Galal con otra mujer tú haces una locura; y no necesitas a Jade para eso, tú solita la compras. ¿O crees que no he descubierto tu nueva colección oculta bajo la cama?
―No importa, ya lo decidí. ¿Contactaste con tu amiga paparazzi para que nos fotografiara?
―Sí, sabe que es a Galal a quien seguirá, pero no sabe que eres tú la mujer que estará con él.
―Bien. ¿Le dijiste que esperara mi salida de su apartamento?
―Sí, ya lo sabe y todo está listo. Sólo recuerda pasarme un mensaje con la dirección para dárselo a ella por si acaso los pierde.
―Está bien, lo haré.

Se dio una última mirada en el espejo, levantó la barbilla y sonrió. Era hora de la seducción. La venganza acababa de comenzar.

. . .




Capítulo 1

Siete años antes


―¿Quieres que me case con una chiquilla de trece años? ―preguntó Galal a su hermano, el jeque Azim Al-Husayni.
Su cara reflejaba asombro. A sus veintitrés años, se había graduado con honores en Oxford y en ese momento combinaba su postgrado de Comercio Internacional con un trabajo en el consorcio de la familia en Inglaterra. Sabía que debía casarse en un matrimonio concertado, pero era el menor de sus hermanos y pensaba que podría casarse en unos años y no con una chiquilla.
―Quiero que te comprometas con la chica y estipules en el contrato de compromiso que ella debe quedar a cargo de nuestra familia, que será educada en Europa.
―Sé que debo casarme en una alianza, pero ¿tiene que ser ya?
―No tiene que ser ya, solo quiero que te comprometas para quitársela al padre. La chica es Zahira Sfeir, la hermana menor de Jameela y de Nahla, a petición de Kazim he mantenido un ojo sobre su familia. Su padre se volvió a casar hace poco más de un año y a su nueva y joven esposa le molesta su hijastra. Él la casará de inmediato en la provincia, para deshacerse de ella, de hecho, ya empezó las  negociaciones. Solo vino a solicitar mi autorización porque esa fue una de las condiciones que, a petición de Jameela, le pusimos para seguir apoyándolo en sus negocios. Por supuesto se la negué, pero temo que seguirá intentándolo hasta dar con alguien más poderoso, con quien yo no pueda objetar, o que lo haga a escondidas. Para tranquilizarlo, le dije que yo le buscaría marido de inmediato y que tú te casarías con ella.
―¿Y  te creyó? ―cuestionó Galal con fastidio.
―Por supuesto que me creyó, no es una broma. Papá hizo sufrir mucho a esas hermanas y, en compensación, quiero entregarle a su hermanita para que la eduquen. En unos años te casarás con ella, pero no te preocupes, tendrás tiempo de conocerla. Además, sus hermanas mayores son sumamente hermosas, así que me imagino que esta será igual de bella.

Galal suspiró mirando al techo, sabiendo que aceptaría el compromiso ya que tenía sentido. Quería mucho a Jameela e imaginaba lo que debió sufrir al ser obligada a casarse con su padre siendo una adolescente, también tenía la certeza de que su papá la había maltratado.

En una ocasión se había adentrado en el jardín de la casa que la familia tenía en Riad y la encontró llorando. Estaba sentada en un banco con las manos cubriendo su rostro, sus sollozos eran desgarradores. Cuando le habló, Jameela levantó su cara y se secó las lágrimas desesperadamente, se sorprendió al ver el pánico en su mirada y el moratón de su mejilla. Sospechaba que no era la única vez que la había golpeado. Al morir su padre, Jameela casi se desmaya y, al socorrerla, se agitó desesperadamente por el dolor, más tarde le dijo que se había caído de unas escaleras en la biblioteca. Galal no tenía pruebas y no quiso incomodarla más preguntándoselo de nuevo.

Desde la visita a Riad, Galal la vigiló de cerca y se percató de que, cada vez que su padre entraba en una habitación donde ella estuviese, Jameela se ponía rígida, su cara se volvía inexpresiva y no lo miraba. Nunca miraba a su padre a menos que él se dirigiese a ella, siempre callada, siempre sumisa. En ese momento no entendía qué pasaba entre ellos. Con su madre y con la tía Delila su padre era pura amabilidad, hasta la víbora de Haifa recibía un mejor trato, pero con Jameela parecía que pagaba todas sus frustraciones. Por eso Galal siempre fue afectuoso con ella y trató, en la medida de lo posible, de protegerla.
―Está bien, lo haré ―dijo a regañadientes―. ¿Cuándo conoceré a mi hermosísima prometida? ―preguntó irónico.
―Él la traerá mañana, quiero hacer esto lo antes posible.
―De acuerdo, hermano, tú ganas, pero me deben una y me la cobraré ―bromeó Galal.

El honor lo hizo aceptar, sin embargo, le gustaba molestar a su hermano y, de paso, intentaría sacar un poco de provecho de la situación. Estaba molesto porque Azim no le daba tantas responsabilidades en el negocio como él creía que se merecía, pero ante sus quejas, su hermano siempre le respondía que debía aprender a caminar antes de correr.
―Solo si te dejo, hermanito ―replicó Azim, burlándose.
           
Zahira se vistió con sus mejores ropas, peinó su cabello y se colocó la abaya[1] y el hiyab[2], además de otro velo que le cubriera el rostro. Su madrastra Anisa quería que ella usase un niqab[3], pero su padre dijo que el jeque y su hermano querían verla. Estaba preocupada porque le había salido una erupción en la piel, no le gustaba el jabón que Anisa usaba, desde que lo había cambiado su piel picaba.

Miró su reflejo en el espejo y se evaluó, tenía un bonito y largo cabello negro como el cielo a medianoche, sus ojos eran grandes y de color dorado, era lo más llamativo de su rostro, estaba gordita y allí no podía hacer nada. Esperaba gustarle a su prometido, aunque Anisa decía que no importaba mucho si le gustaba, igual se casaría con ella gorda y fea como estaba. Su padre y el jeque ya habían llegado a un acuerdo verbal, faltaba concretar algunos detalles, pero a los efectos ya estaban comprometidos y no había vuelta atrás.

Zahira esperó sola en un salón del palacio mientras su padre estaba en el despacho del jeque, finiquitando los últimos arreglos del compromiso. Una señora de edad, pero aún hermosa y muy elegante, entró en la estancia y se presentó como Noor, la madre de su prometido; fue muy amable con ella, preguntándole cosas y charlando mientras esperaban. Le gustó la dama, era agradable y eso la tranquilizó, porque pensó que era bueno que se llevara bien con su suegra.

Su padre regresó con una sonrisa en el rostro, que ella le devolvió en respuesta. Él podía ser encantador cuando estaba contento, además, su sonrisa significaba que había logrado condiciones favorables para su boda, aunque deberían esperar al menos tres años para casarse. Cosa que le alegraba, porque así no debería dejar a Ebrahim tan pequeño; Anisa no se ocupaba mucho de él. En tres años su hermano se iría a estudiar a Londres, y ella se podría casar sin tener esa preocupación encima.

Se despidió de su futura suegra y caminó detrás de su padre para conocer a su prometido, entró en el despacho del jeque y sus ojos ansiosos buscaron a quien sería su marido. Al verlo se emocionó, era hermoso, alto, guapo, de ojos verdes y cabello oscuro. La sonrisa de Galal vaciló un poco al verla, pero fue amable cuando habló con ella. Zahira se ruborizó por sus atenciones, perdió la noción de lo que se hablaba en ese momento ocupada en mirar a su novio. Cuando salió de su estado de ensoñación, se percató de que su padre caminaba hacia la salida, se despidió apresuradamente y corrió detrás de él para alcanzarlo. Su sorpresa fue grande cuando este salió, cerrando la puerta del despacho detrás de sí. Asustada, se volvió a mirar al jeque y a su prometido.
―Zahira, ¿no escuchaste lo que dijo tu padre? ―preguntó el jeque con amabilidad.

Negó con la cabeza mirándolos aturdida, su padre se iba y ellos la entretenían preguntándole cosas, trató de seguirlo cuando la voz del jeque la frenó.
―A partir de ahora vivirás con nosotros, serás enviada a un internado en Inglaterra a estudiar junto a nuestras hermanas.
―¡No! ―exclamó Zahira―, ¡no puedo dejar a Ebrahim!

 Salió corriendo de la estancia y alcanzó a su padre en los jardines. Asustada, se abalanzó sobre él para abrazarlo como cuando era una niña pequeña y tenía miedo. Él la tomó de los brazos y la separó de su cuerpo.
―¿Qué crees que haces? Debes quedarte aquí porque esa fue una de las condiciones que negociamos en tu contrato de matrimonio.
―Por favor, padre, aún no puedo dejar a Ebrahim, él me necesita. Pero en tres años se irá a estudiar a Inglaterra, y yo podré volver para casarme ―suplicó.

Sus expresivos ojos reflejaron el dolor de pensar en separarse de su hermano. Ebrahim la necesitaba y ella no podía dejarlo aún porque era muy pequeño, además, ella no quería ir a Europa, quería quedarse allí, cerca de su familia. El temor a su incierto futuro la puso a temblar.
―¡No! Te quedarás aquí porque el jeque así lo exigió, Anisa se ocupará de Ebrahim. Ya estoy cansado de oír quejas sobre tu comportamiento, debes irte para que mi esposa pueda tomar el lugar de la señora de la casa sin tu interferencia, es su posición no la tuya ―dijo cruelmente.

Aturdida, Zahira vio a su padre alejarse. Se quedó largo rato observándolo marcharse sin mirar atrás, como si no acabara de dejar a su hija en una casa extraña, como si ella no le importase; cuando, hasta el momento de su boda con Anisa, había sido su niña consentida. Con la cabeza gacha y conteniendo las lágrimas volvió sobre sus pasos, quería hablar con el jeque y con su prometido sobre su situación, quería saber qué pasaría de ahora en adelante. Entró al palacio y buscó el despacho del jeque. La puerta estaba entreabierta y, al llegar, escuchó a su prometido hablar, sus palabras la impactaron, la decepcionaron y lastimaron profundamente.
―Pensé que sería hermosa como sus hermanas. Tiene sobrepeso, acné y los dientes torcidos.
―Son cosas que pueden mejorar ― dijo el jeque―, hablaré con Jameela para que se ocupe de ella.

Zahira retrocedió sobre sus pasos, las lágrimas corrían por sus ojos, a ciegas, encontró el salón donde estuvo esperando con su suegra y se sentó. Lo odiaba. ¿Cómo se atrevía a hablar así de ella? ¿Por qué accedió a casarse sin haberla visto? ¡Oh!, pero le haría tragarse sus palabras, se arrepentiría de haberla humillado de esa manera. Se juró a sí misma que en un futuro se las cobraría.




[1] Túnica larga hasta los pies que se usa sobre la vestimenta en los países árabes y del norte de África.
[2]Velo que cubre la cabeza y el pecho que suelen usar las mujeres musulmanas desde la edad de la pubertad, en presencia de varones adultos que no sean de su familia inmediata como forma de atuendo modesto.
[3]Velo que cubre el rostro y lo usan algunas mujeres musulmanas encima de su vestido.






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