La historia de Zahira: Seducción y Venganza - Capítulo 2


Capítulo 2


Galal salió del despacho de Azim para buscar a su joven prometida. La pobre chica se veía asustada, su mirada era como un cristal que revelaba todas sus emociones y él pudo ver claramente el miedo y el desconcierto en sus hermosos ojos. Quería hablar con ella para tranquilizarla y asegurarle que todo estaría bien. Su corazón se conmovió al verla correr detrás de su padre, tan pequeña y desamparada. «¡Maldito seas, Abraham Sfeir!», le increpó mentalmente. El hombre era malvado, ¿cómo era capaz de hacerle eso a su pequeña? Su deber como padre era proteger a sus hijos. «Sobre todo a las niñas, que son las más vulnerables en este país», pensó bastante molesto.

La escuchó llorar en uno de los salones y se
quedó fuera, esperando a que ella se calmara, porque él no sabía cómo lidiar con una chica llorosa. Estaba seguro de que le prometería cualquier cosa con tal de que se calmara. Una de las khadimas[1] pasó y le hizo una señal para que se acercara sin hacer ruido, cuando estuvo lo suficientemente cerca para no ser oído por Zahira, le susurró que fuera en busca de Noor.

La doncella se movió rápida y silenciosamente para obedecer a su señor, Galal era un encanto y todas se esmeraban en complacerlo. El joven dudó en entrar porque su debilidad era una mujer llorando, sin embargo, en este caso, no sabría que decirle, ni cómo arreglar lo que estaba mal. Se excusó diciendo que no quería molestarla más con su presencia y esperó hasta que vio venir a su madre, el alivio lo inundó. Noor sabría cómo consolar a su prometida, ella era lo que Jameela llamaba un alma generosa, capaz de reconfortar hasta a la persona más triste. «Mi madre sabrá cómo tratar a la chiquilla», pensó marchándose. 

Noor entró en la estancia esperando encontrar a su futura nuera llorando desconsolada por la tristeza y, en su lugar, se encontró a una furiosa chica con lágrimas de rabia en sus ojos, se sorprendió ante la ira que mostraba su mirada.
―¿Estás bien? ―preguntó la jequesa con cautela.
―No, pero lo estaré ―respondió Zahira tratando de mantener la calma. Su suegra no tenía la culpa de la clase de hombre que era su hijo, sin embargo, no pudo evitar levantar su barbilla desafiantemente, sin darse cuenta de la vulnerabilidad que transmitía.
―¿Qué se espera de mí de ahora en adelante? ―preguntó la joven tratando de cambiar el tema. No quería hablar sobre lo sucedido, una profunda vergüenza la invadió al pensar en repetir las palabras de su prometido.
­―No te preocupes por eso, por el momento buscaremos una habitación para ti, quiero que descanses. También te buscaré algunas prendas de vestir para que uses mientras llegan tus cosas, verás como todo estará bien. ―Noor se levantó de su asiento y, amablemente, le pidió que la siguiera.

Obediente, Zahira siguió a su suegra. Su casa era una residencia grande y cómoda con bastantes lujos, pero el palacio era imponente. Subieron un tramo de escaleras, al llegar arriba había dos alas, Noor continuó hacia la izquierda y abrió una gran puerta dorada.
―Estas son mis habitaciones, desde que enviudé se hacen muy grandes para mi sola. ¿Te importaría quedarte conmigo hasta que te vayas a Inglaterra con tus hermanas?
―¿Hermanas?, querrá decir cuñadas. Se me informó que iría a estudiar a Inglaterra con las hermanas de mi prometido. Yo solo tengo una hermana, Jameela ―respondió Zahira mirando a su suegra con una expresión confusa.

Noor la miró, pensando cómo contarle la historia de Nahla y de Jameela. Debía tener cuidado con lo que dijera ya que había muchos secretos entre ambas familias, al parecer, más de los que ella pensaba. Se acercó al teléfono y pidió un servicio de té y una jarra de agua, luego se dirigió a un sofá y se sentó, palmeó un lugar a su lado y la llamó.
―Ven aquí, Zahira, siéntate a mi lado y te contaré algunas cosas de tu familia y de la mía que debes saber ―dijo cariñosamente. Zahira la obedeció y se acomodó a su lado, ¿qué podría contarle de su familia que ella no supiera?―. ¿Sabes que tu papá tuvo, aparte de tu madre, otra esposa? ―Noor decidió empezar desde el principio, Zahira asintió con la cabeza animándola a proseguir―. Su primera esposa, Bashira, le dio dos hijas, Nahla y Jameela... ―empezó a relatar Noor antes de ser interrumpida.
―No lo sabía, papá solo me habló de Jameela ―murmuró pensativa. Ahora entendía la referencia de Galal a que no era hermosa como sus hermanas.
―Nahla es poco más de un año mayor que Jameela ―continuó Noor―. Cuando tenía doce años fue prometida como tercera esposa de mi esposo y fue enviada a estudiar a Inglaterra. Allí se enamoró y se casó con un inglés, por lo que tu padre la repudió; por eso no habla de ella. Meses después, Jameela tomó su lugar y se casó con el jeque. Jameela ahora vive en Inglaterra y las hermanas se visitan casi a diario.
―¿Están muy unidas? ―preguntó Zahira recordando la indiferencia de su hermana.
―Sí, lo están, tanto como lo estarán contigo cuando llegues a Inglaterra, estarán felices de que estés allí.
―No lo creo, me imagino que ellas se criaron juntas y tienen la misma madre. ―Se quedó pensativa un momento antes de continuar―. Ya conocí a Jameela y prácticamente ni me miró.
―No sé por qué ocurrió eso, pero te puedo asegurar, que tanto Nahla como Jameela son muy familiares, dales una oportunidad.
―¿Por qué debo quedarme aquí hasta la boda? Yo quiero volver a mi casa, mi hermanito me necesita, en tres años puedo volver para casarme.
―Lamento tener que decirte esto, pero tu padre quería una boda de inmediato, creo que fue una petición de tu nueva madre.
―Anisa no es mi madre. La ley dice que no puedo casarme hasta los dieciséis años, así que papá no pudo negociar una boda en este momento. Además, ella no atenderá a mi hermano esa es mi obligación, porque mi mamá antes de morir me pidió que lo cuidara. 
―Zahira, cariño, una de las condiciones que Jameela puso para que mis hijos ayudaran a tu padre en los negocios, fue que tú no podrías ser comprometida ni casada sin el consentimiento del jeque...
―Pero, ¿quién se cree ella para hacer eso? ―respondió furiosa.
―Solo velaba por tu bienestar y no se equivocó ―indicó Noor, levantando una mano para que Zahira la dejara terminar de hablar―. Tu padre vino aquí buscando la aprobación del jeque para casarte de inmediato en el desierto, por eso Azim decidió que Galal se comprometiera contigo, para poder quitarle a tu padre el control de tu destino y entregárselo a tus hermanas que te esperan ansiosas en Inglaterra. Allá tendrás una nueva vida, podrás estudiar y Galal y tú os casaréis no en tres años, sino cuando estés preparada.

Zahira asintió distraída, sus pensamientos eran un caos y el rencor le apretaba el pecho. Al parecer, todo el mundo podía opinar y entrometerse en su vida, cuando ese papel solo le correspondía a su padre. Él era su Wali[2] no el jeque ni sus hermanas, y aunque no le gustaba que hubiese intentado casarla de inmediato, le daba mucha rabia el chantaje al que fue sometido. Estaría desesperado para acceder a prácticamente renunciar a su tutela y cedérsela al jeque.

Su padre no debía saber que la intención de este era entregarla a sus hermanas, trataría de hablar con él de nuevo, advertirlo; intentaría hacerle cambiar de opinión, le prometería que se mantendría al margen del manejo de la casa. No quiso escuchar la vocecita en su interior que le decía que no le importaba a su padre, que la había abandonado a su suerte.

Al día siguiente se levantó muy temprano para esperarlo, seguramente iría con Ebrahim para que pudieran despedirse y le llevaría su ropa. Al final de la tarde, varias doncellas entraron con sus maletas en la habitación, señal inequívoca de que su padre había llegado. Sin colocarse ni siquiera el hiyab, corrió escaleras abajo esperando encontrarlos allí. Llegó sin aire al despacho del jeque y, recordando sus modales, tocó la puerta y esperó impaciente la autorización para entrar, el mismo jeque Azim le abrió y al verla, la invitó a pasar.
As-salamaleikom[3], Zahira ―saludó amablemente el jeque.
As-salamaleikom, jeque Azim ―respondió ella tímidamente.
―Seré tu cuñado, así que llámame Azim ―dijo el nuevo jeque brindándole una sonrisa a la chica.
―Está bien, Azim ―aceptó ella un poco más segura de sí misma―. ¿Puedo hablar con mi padre? He intentado llamarlo varias veces al móvil y no contesta, y cada vez que llamó a la casa, Anisa dice que no ha llegado.
―Tu padre no vino, envió tus pertenencias y los documentos donde me cede tu custodia con un chófer ―respondió mirándola compasivamente―. Lo lamento, si deseas hablar con él intentaré contactarlo.
―No importa, gracias ―respondió en voz baja.

Todas sus esperanzas se vinieron abajo al darse cuenta de que su padre no la quería, no la dejó ni despedirse de su hermano. Tuvo que enfrentarse a lo que no quería creer: ella no era nadie, no era importante para su padre. En ese momento todo su dolor se convirtió en rabia, levantó la barbilla y rígidamente abandonó el despacho de su cuñado.






[1] Doncellas
[2]Guardián
[3] La paz esté contigo








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