Reseña "30 de febrero (Viajes en el tiempo)", de Pablo Rojas - por Moisés González Muñoz

Lecturas Conjuntas "Hoja en blanco"
Seis autores, seis obras, de febrero a mayo de 2020




Mi reseña de
"30 de febrero (Viajes en el tiempo)", de Pablo Rojas

por Moisés González Muñoz





¿Quién no ha soñado alguna vez con dominar el tiempo y modificar el pasado o visionar el futuro? ¿Cómo actuaríamos si se nos presentara esa posibilidad? ¿Qué consecuencias podría acarrear eso en nuestras vidas? 

Un viejo anticuario recibe de manos de su hijo, Tomas, un extraño reloj que permite viajar del pasado al futuro sin modificar la línea del tiempo. Días más tarde, el misterioso objeto cae en manos de otro joven, Damián, quien al hacer uso de él descubre cómo se van sucediendo una serie de acontecimientos trascendentales que pueden alterar el devenir de su existencia. A medida que el reloj va cambiando de propietario, los sucesos se van precipitando de manera insospechada. El halo de misterio que acompaña al reloj, cuando el dueño mueve las agujas a su antojo, lo convierte en objeto de deseo para algunas personas y en indeseable para otras. Gracias la medidor del tiempo, a medida que avanza la trama, el destino de los poseedores toma un rumbo impredecible. 

Desde el punto de vista de la historia debo reconocer que la trama es muy original e imaginativa y, a mi modo de entender, difícil de desarrollar, cosa que el autor consigue superar con creces. La intriga es constante, la ambientación está muy bien lograda y los personajes bien caracterizados. La trama tiene acción, es atrayente y el conflicto entre los personajes y el reloj, sobre el que gira la acción, permanente, lo que te invita a seguir leyendo. Ese constante ir y venir de un espacio temporal a otro, de la acción, ha hecho que en varios momentos me resultara difícil saber dónde transcurría exactamente. Otra curiosidad para mí es esa alternancia de los tiempos verbales por parte del narrador y el lenguaje tan particular de los personajes. Todo ello, habitual en países sudamericanos, pero infrecuente para mí, por cuestiones idiomáticas supongo, me han obligado a tener que releer ciertos párrafos para entender el significado de dichas expresiones o frases hechas. 

El libro me ha gustado, pero reconozco que no soy un fan de la literatura de ficción y tal vez a causa de esa subjetividad me cueste más conectar con según que historias. Culpa mía, sin duda.





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