Tyfani era una
chica normal que vivía en el barrio Cordón, Montevideo, Uruguay. Tuvo la suerte
de salir de licencia en medio de Febrero, y sin bien sus ingresos no permitían
grandes vacaciones, ir a Buenos Aries a conocer no era algo lejos de su
alcance. Tomó un Buquebus en la mañana del jueves, y llegó al mediodía siendo
recibida por una prima. El encuentro fue como se esperaban ambas, una charla de
palabras cruzadas, unas tan rápidas como podían expresarlas, llevaban diez años
sin saber nada una de la otra más que por breves mensajes de whatsapp. Con su
prima fue hasta la casa de su tía donde pasaron la tarde. En la noche, Tyfani
paró a dormir en la casa de quien la recibió, pero apenas en la mañana ambas ya
estaban de pie para aprovechar el tiempo al máximo. Las horas fueron pasando a
gran velocidad de lo emocionadas que estaban, y ni se dieron cuenta que el sol
se había puesto. Era viernes, y tenían que disfrutarlo. Volvieron al
departamento de la prima de Tyfani para arreglarse, probándose toda la ropa que
tenían, intercambiándose prendas una con la otra hasta dar en la tecla de cómo
salir. Después de dos horas de intensa batalla con la moda, partieron rumbo a
la zona bailable de la Costanera. Visualizaron distintos lugares desde fuera
tratando de escoger el mejor, vieron uno donde las personas en la entrada se
veían adecuadas a su estilo. Al entrar, los típicos oldies conquistaron sus oídos haciéndolas sentirse cómodas.
Llegaron a la barra y entre mojito y mojito, el alcohol fue creando su efecto
inhibidor. En dos horas las chicas hacían algo que creían que era bailar, pero
era más un conjunto de pasos sin forma con sonidos a risas ebrias. Entre
canción y canción, dos muchachos las vieron, y a dúo fueron a buitrear, ya de
acuerdo con respecto a quien atacar. A Tyfani se le acercó un moreno de anchas
espaldas, con la mandíbula cuadrada y una camisa abierta de tres botones que permitía
ver una cadena de oro. De su prima se encargó el amigo del moreno, un rubio
oxigenado al estilo alemán, con la piel tan blanca como muñeca de porcelana.
Todo comenzó como lo predecible, entre baile y franeleo, algún trago más otra
cosa, la temperatura aumentó entre los cuatro. Tyfani, si bien estaba ebria,
sabía que esa no era su ciudad, era la mejor oportunidad de hacer algo de lo que
se arrepentiría en el Uruguay. El fuego de la pasión brotó más y más entre
Tyfani y el moreno, quien casi ni había consumido alcohol, al menos no lo
suficiente como para derrotarlo. Él con discreción la tomó de la mano para emprender
viaje fuera del baile. Al salir, caminaron algunas calles y llegaron a su auto,
un modesto Chevrolet Corsa, pero suficiente para lo que acontecería. Entraron
en los asientos traseros, y entre besos y caricias fogosas la acción comenzó,
dentro del auto negro de vidrios polarizados y en la calle a oscuras. Tyfani
estaba echa una leona salvaje. Después de la previa de besos furiosos entre
ambos, se arrebataron partes de sus ropas, y ni bien el moreno se abrió el
cierre de su vaquero, ella no dudó en saborear el néctar. Comenzó a practicarle
sexo oral fervientemente como si estuviera en un video porno, lo miraba a los
ojos mientras lo hacía. Cuando ella sintió el momento en que su miembro
actuaría, lo retiró para recibir los fluidos en su rostro con una amplia
sonrisa. El moreno, a pesar de haber acabado, seguía con energías, así que la
recostó sobre los asientos y la empotró con alma y energía.
A penas supo
Tyfani como llegar el sábado en la mañana a lo de su prima. Tocó la puerta
cerca de las 9:30, y tras una demora de siete minutos su prima le abrió. Era
difícil saber cuál de las dos tenía más ojeras o estaba más devastada. Tras una
sonrisa cómplice, no fue necesario darse detalles para entender. Cada una a la
cama, y recién a las 15:00 se levantaron, se contaron sus anécdotas, de cómo el
moreno empotró a Tyfani y cómo el Alemán atendió a su prima.
Sábado a la
noche, las vacaciones terminaron, Tyfani partió en el Buquebus con un dolor de
cabeza de los dioses, pero satisfecha del cambio de aire. Domingo de madrugada,
Tyfani tomó un taxi a su casa, y así terminaron sus vacaciones. Cuando se
levantó en la mañana, el dolor de cabeza continuaba, no era raro, ya no tenía
16 años como antes y las borracheras se sienten más a su edad. Limpió su casa y
dejó todo pronto para comenzar sus obligaciones al día siguiente, pero cuando
terminó fue directo al baño a vomitar. Tyfani se fue a dormir después de un
antiácido, se prometió no tomar tanto, pero cuando se levantó se dio cuenta de
la verdad. No era necesariamente el alcohol lo que le pasó factura, tenía una
gran alergia en su rostro desde debajo de su ojo derecho hasta el labio
superior, jugando como un camino de hormigas. Tenía un conjunto de pequeños
globos rojos e hinchados que le picaban, pero al rascarse más ardían y hasta
algunos segregaban un líquido extraño. Así no iba a trabajar, partió en un taxi
al hospital. Cuando se bajó del vehículo paró a vomitar en la calle, no sabía
si era lo debilitada que la dejó la reseca o los nervios por la alergia, pero
de ninguna manera se dejaría ver así ante sus conocidos. Entró a un médico de
puerta que la revisó, pero él se apartó de ella, y la miró con la seriedad de
un juez tras resoplar un suspiro por sus fosas nasales.
—Necesito que
seas sincera conmigo —pidió atentamente el doctor.
—Sí, claro
—contestó aterrada ella, pensando que le echaría culpas por drogas.
—¿Tuviste
relaciones sin cuidarte? —Insinuó él.
Lo blanco del
rostro de Tyfani superaba la bata del doctor, sus labios jugaron del mismo
color al instante, le había bajado la presión.
—Tranquila —dijo
el doctor al posar la mano en su hombro —. Dime qué pasó.
Tyfani contó con
detalle sus vacaciones en Buenos Aires, y cuando ella terminó, el doctor dio
sentencia.
—Tienes parásitos
en el rostro, que seguramente te los contagió la persona con la cual estuviste.
Esos casos los reconozco muy bien, porque ese parásito que tienes en el rostro
y seguramente en tu interior, son pequeños gusanos casi imperceptibles a la
vista, que se encuentran en los cadáveres. Tuviste sexo con un necrófilo. Ahora
necesito que hagas la denuncia para quitarte culpas legales, la necrofilia está
penada, y vas a tener que demostrar que él te infectó y que no la practicaste.
Gracias por compartir mi relato.
ResponderEliminarMuy bueno, con un final muy original.
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