"Temblores" - VIII - Desgracias tempranas


—VIII
Desgracias tempranas



Entre hermosos poemas tristes y atardeceres artísticos, mucha gente se olvida de los detalles desagradables de querer morirse todo el tiempo. Es miércoles, está lloviendo y tú estás caminando bajo la lluvia sin un rumbo exacto, en busca de algo que no sabes qué es, porque tu cerebro en algún momento te ordenó que salieras a torturarte. Llevas a lo menos un mes sin cortarte. Aplausos. Ya no recuerdas cuándo fue la última vez que comiste pan, al punto que tu mamá ya se aburrió de insistirte.
Te enojas contigo mismo cuando el agua te corre por la espalda. Qué mierda estás haciendo. Te ríes y una señora pasa al frente tuyo y te mira extrañada y tú casi le dices algo descortés.
Sientes que hiciste algo humillante, pero no estás seguro de qué es. ¿Decirle a Adrián? Quizás. Darle la razón a Raquel, también podría ser. Toda tu vida es un momento humillante extendido hasta el infinito.
—¿Pero dónde anduviste metido? —te pregunta tu mamá cuando vuelves a tu casa—. Tenías que venir del colegio acá para ayudarme en el negocio.
Su sermón sigue mientras te dice que te quites la ropa para secarla. No sientes nada particular al respecto, aparte de que la humillación aumenta un poco. La dejas hablando sola y tus hermanos te miran incrédulos cuando ella grita y tú sigues caminando a tu pieza. Sabes que esto es arriesgar que te tiren del pelo hasta que pidas perdón, pero estás demasiado exhausto y distanciado de la humanidad como para que te importe. Al final, tu mamá simplemente te dice algo sobre cómo le dirá de esto a tu papá y ahí termina todo.
Sacas tu celular.
*creo que estoy teniendo un episodio psicotico
Javier, como siempre, no es muy útil y solo te responde que estarás completamente justificado si personificas a Norman Bates o, mejor aún, Patrick Bateman. Le gusta que entiendes todas sus referencias cinematográficas, aunque normalmente tus gustos divergen de los de él.
*te sientes como la viejita de requiem for a dream, cuando su refrigerador quiere matarla
*?
Das vuelta en tu cama. Alguien está susurrando en tu cabeza, lo cual ya es normal en un sentido metafórico, pero ahora de verdad está ahí, aunque no logres entender qué está diciendo. Lo puedes ignorar. Ya se irá. No es como que tenga todo el tiempo del mundo para joderte solo a ti, ¿cierto? Debe haber otros loquitos en el mundo a quienes atormentar.
*yo no me drogo
Cierras los ojos con fuerza. Algo te está tocando el hombro lentamente, casi con cariño, pero solo logra que se te suba la bilis y te corte el flujo de tus pensamientos. Miras tu celular. No puedes dejar de temblar.
*desde que hora estas aquí
Estás seguro de qué hay algo mal con esa pregunta, pero no logras percatarte de qué.
*what.
Te pones de pie porque no dejan de tocarte. Puedes ver sombras en tu visión periférica. pero cuando intentas verlos directamente, desaparecen. Quieres dormir, sin embargo, ya estás de pie.
*creo que deberias decirle a tus papas o algo antes de que te tires por la ventna
¿Decirles qué? Suspiras. Tu cabeza se siente llena de algodón. La idea te hace reír un poquito. Recuerdas a la señora que viste afuera y dejas de reír.
*gaspar
*gaspar
*contesta tu telefono
*contesta tu telefono o me vere obligado a tomar medidas drasticas
*ya po wn
*por la chucha

Despiertas con tu cerebro donde debe estar, tu puerta con pestillo y sin muchas memorias de qué pasó ayer. Aparte de eso, el brazo izquierdo te duele como si lo hubieras pasado por un triturador, lo que es probable considerando la sangre en tu polerón.
Miras el techo un rato. Luego empiezas a limpiar como siempre lo haces, te cambias de ropa, metes tus frazadas en una bolsa para limpiarlas cuando no haya nadie en tu casa y finalmente quedas sentado observando la nada. Tomas tu teléfono del piso cuando vibra e intentas limpiarlo con el polerón que acabas de dar por perdido.
Tienes muchos mensajes de Javier. No recuerdas haberle enviado nada.
*mira ctm la vida es muy corta como para andar preocupandome de enfermos qls como tu
*pero como que es ilegal no preocuparse asi que me contacte con uno de tus amigos para que le dijera a tus papas. creo que el wn no hizo nada porque el wn es bien mierda. pero lo intente y este mensaje es la prueba para que cuando te encuentren muerto en tu pieza no me acusen de negligencia
*pd da pruebas de que estas vivo si lo estas
Te preguntas qué amigo será. Tú no tienes amigos, a decir verdad, por lo que no te sorprende que a quien sea que le haya dicho no haya hecho absolutamente nada. Aun así, el sentimiento de humillación de ayer, que es lo último que recuerdas, vuelve con brutalidad.
*estoy vivo
Javier agradece sarcásticamente a Jesucristo y confiesa que temía que tal vez habías asesinado a toda tu familia. Te pregunta si esto es común. Dices la verdad: no. Ha pasado como tres veces desde que tu cerebro dejó de funcionar cómo debe. Te pregunta si has comido algo. Dices que no y te empieza a mandar fotos de tortas y chorrillanas para que no te resistas a la tentación del pan tostado con mantequilla.
Le das las gracias. Te deja el visto.

Es raro pasar cosas así y luego ir a clases con la certeza de que para la mayoría de la gente allí su fin de semana fue completamente normal y sin novedades. Agradeces que fue el brazo izquierdo porque moverlo te saca lágrimas y no podrías escribir si fuera el derecho. Giselle nota que andas raro, pero no te pregunta nada. Te gustaría que lo hiciera porque te sientes extrañamente solo, de esta manera violenta que te viene después de tus derretimientos emocionales. Tienes la sensación de que probablemente te negarías a hablar.
Rebecca te acusa con el profesor de química sobre tu irrespetuosa irresponsabilidad y tú te ríes un poco ante la aliteración. Maldices que tu apellido esté exactamente antes que el de ella.
—Siempre pasa lo mismo —dice y tú por un momento tienes las ganas de decirle que eso es una vil mentira. Solo viene pasando hace como dos años. Antes eras un amor de persona y, si uno vive ochenta años, dos son nada, así que es como si recién ayer te hubieras ido al carajo. Tienes la impresión de que ella no se tomaría esto bien—. Nunca hace nada, pese a que dice que lo va a hacer, y luego nos deja al resto del grupo hacer sus cosas a última hora.
No dices nada porque tu única defensa es pues para qué me siguen creyendo. El profesor te mira como si fuera un juez y tú hubieras hecho explotar un hospital, como el Guasón, en The Dark Knight. Debes recordar esa; Javier apreciará la sosa comparación.
El profesor le pide a Rebecca que se vaya para hablar a solas contigo. El estómago se te contrae con nervios, pero al final te dice lo usual. Te pregunta si tienes problemas en tu casa, si te estás drogando, si eres alcohólico, si terminaste con tu polola, si eres gay, si eres enfermo terminal, y al final decide que simplemente eres flojo y que te puedes ir a la mierda, al siguiente trabajo que no respondas tendrás un sonoro uno al libro.
No te importa. Te gustaría que te importara, pero te da lo mismo. Rebecca está afuera de la sala cuando sales al pasillo, esperando el veredicto, y te mira con sorna mientras el profesor habla. La odias. Por un segundo aterrador, puedes visualizarte matándola. Quizás debiste haberle mostrado tu brazo al profe, solo para dar pena y quitarle esa expresión de satisfacción suprema de la cara a Rebecca. La odias, de verdad. No hay nadie a quien odies más en este momento.
La peor parte es que, objetivamente, está en lo correcto. No tiene por qué soportar tu desidia y tu irresponsabilidad. Está bien que te acuse con el profesor y que este te castigue. Tiene sentido y lo esperarías si estuvieras en sus zapatos, pero sigues siendo un pendejo, Gaspar, así que te enojas pese a que entiendes y no harás nada para cambiarlo.
El profesor se va. Quedas solo con Rebecca.
—Como que nada de esto te importa —te dice y tú la miras porque, vaya. Es la primera vez que alguien te dice eso de manera tan directa. Ni Javier. Te encoges de hombros.
—Tienes lo que querías. ¿Puedes dejarme de huevearme, ahora?
Frunce el ceño y su linda cara deja de serlo tanto con solo eso. Es de esa gente que se deforma entera cuando se enoja, así como tú te ves como un estropajo cuando estás a punto de llorar.
—¿Es por Néstor?
Casi te ahogas en aire, pero no sabes si es sorpresa o lo profundamente ofendido que estás.
—¿Qué?
—Digo yo, antes no eras así. —Con que para ella dos años también son un parpadeo—. No sé qué habrá pasado, pero desde lo que pasó con Néstor como que te has puesto… peor.
—No —respondes. Es la verdad—. No es Néstor.
—¿Entonces qué es?
—No me interesa hablar contigo.
—Pues mala suerte porque me das una respuesta o te pido una cita con el orientador.
La miras por largo rato. Es su manera de ayudar. Quiere ayudarte. No sabe qué está pasando y probablemente la has afectado más que a muchas otras personas, pero quiere ayudarte. Y tú la odias por eso, igual, por qué cómo se atreve a sugerir que tiene idea de cómo arreglar esto. No tiene idea de nada. Rebecca no sabe cómo se siente esto y nunca lo va a entender porque ella, con el mínimo esfuerzo, tiene excelentes notas y es bonita y tiene la suficiente seguridad en sí misma como para que no le importe caerle mal a todo su curso desde kínder. Ya te habrías matado si le cayeras como patada en el hígado a tanta gente.
—¿Tu cachai que yo puedo decidir no ir?
—Si decides no ir es más prueba de que tienes que ir.
—¿Por qué te importa tanto?
¿Por qué cresta a la gente le importa tanto tu bienestar últimamente? Antes les daba lo mismo. Era más fácil cuando les daba lo mismo, así podías decidir pudrirte en tu cama en paz. Ahora ni eso puedes hacer porque enseguida llega algún pelagato a hablar acerca de cómo la vida es hermosa.
Rebecca se ve turbada ante la pregunta, como si hubieras sacudido algo profundo en ella.
—Considerando que ni tu mejor amiga parece dispuesta a hacer algo…
—No metas a Giselle en esto.
Ahí está, la duda. Está teorizando qué es esto. Qué significa, si es que significa algo. Rebecca es demasiado inteligente como para que le puedas ganar, Gaspar. Nunca has sido muy rápido. Alguien que comía tierra a los tres años no tiene posibilidad de ser un genio.
—¿No me vas a decir?
No contestas. Rebecca se acomoda la mochila en el hombro.
—Okay, entonces. Prepara buenas mentiras para el orientador.
Y se va, sus pasos resonando demasiado fuerte en el pasillo, y tú te quedas ahí, sin saber qué hacer.


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