Azú Virá, en nombre del amor - de Silvana Alexandra Nosach

 

Concurso "8 gatos desafiantes"


Tercer puesto (10 votos)
Rasgo: Romántico 
Evento: Tradición 
Autora: Silvana Alexandra Nosach




Azú Virá, en nombre del amor



La espesura del monte era agreste y las leyendas de antiguos espíritus que rondaban en las aldeas cercanas hacían que los exploradores españoles se mantuvieran a cierta distancia. Por eso los Virá se mantenían a salvo en el corazón del Impenetrable.

Pacíficos por herencia de sangre, se alimentaban de frutos de algarrobo que molían en cuencos de piedra hasta convertirlo en suave harina. Los jóvenes, solían aventurarse entre los urundáis y los guayacanes. Cada trescientos sesenta y cinco días, cazaban con lanzas un único puma. Con la sangre del animal caído pintaban sus rostros y la piel era entregada en ofrenda al sanador de los nativos. Dos noches con sus días duraba la tradicional ceremonia. Único sacrificio. Única muerte permitida por las leyes de los Virá.

Los pumas, también atraían a los conquistadores quienes deseaban saciar su sed de ambición con las ventas de las pieles de tan esbeltos felinos. La codicia es traicionera y los hombres blancos, al final sucumbían a su deseo y terminaban adentrándose en el monte. Cincuenta monedas de oro, enorme botín por tan solo la piel de un animal.

El valiente Gonzalo Rodríguez De La Cruz, agazapado entre los arbustos espinosos, esperaba paciente la aparición de la presa que tanto deseaba, mas su corazón se vio flechado por la inesperada presencia de Azú, quien distraída, recogía vainas de algarrobo. No tardaron en descubrirse y la joven, presa de su curiosidad ante el forastero, se dejó encantar por el extraño de piel blanca. 

Azú y Gonzalo comenzaron a frecuentarse entre aquellos arbustos provocando el más dulce y peligroso amor entre ellos. Azú le enseñó la majestuosidad del puma y su sangre sagrada tan sólo derramada para venerar al monte y sus espíritus. Pero para Gonzalo, que venía de tierras lejanas, la recompensa que ofrecían por aquellos felinos, era más fuerte que el amor que la joven despertaba en su corazón. 

En uno de sus encuentros furtivos, mientras aguardaba la llegada de Azú, Gonzalo divisó un puma sobre las ramas de un palo borracho y no dudó en apuntar hacia tan preciada bestia. Cuando Azú vio lo que estaba a punto de ocurrir, intentó disuadirlo interponiéndose entre el hombre que amaba y la presa. El disparo fue certero. El puma, alertado por el grito de la muchacha, logró escapar del tirador. Gonzalo cayó de rodillas junto al cuerpo agonizante de Azú. La pena de amor le quebró el corazón mas ya no era posible salvarla. Gonzalo quedó perdido en la espesura del dolor y nadie volvió a saber de él.

Dice la leyenda que los espíritus del monte, ante el llanto desconsolado del hombre blanco, lo convirtieron en un puma como castigo por haber sido doblegado por la codicia del oro. En cambio, a la bella Azú, por su valentía y coraje, le otorgaron la gracia de una corzuela parda.

Desde ese día, nadie más ha vuelto a tener contacto con los Virá y las corzuelas huyen cada vez que se sienten descubiertas por la mirada de un puma.



Conoce un poco más a la autora a través de su Entrevista EXTRA




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